Las nueve frases más peligrosas que te puede decir una mujer:
1.) OK: Esta palabrita que puede parecerte inofensiva y hasta cierto punto beneficiosa para tus intereses propios, las mujeres la utilizan para finalizar una discusión cuando han decidido que ellas tienen la razón y que tú eres un tonto.
2.) CINCO MINUTOS: Esta frase tiene dos connotacionesa) Si ella se está arreglando, significa MEDIA HORA, pero…b) Si te ha pedido que la ayudes en algo, son exactamente cinco minutos.
3.) NADA: Es una de las frases más escalofriantes, es la calma antes de la tormenta. Casi siempre NADA significa ALGO y deberás estar totalmente alerta y tomar las medidas precautorias mas extremas. Las discusiones que empiezan con NADA, normalmente acaban con OK (Ver punto 1).
4.) NO HAY PROBLEMA, ADELANTE-HAZLO o NO-NO ME MOLESTA: Frases de batalla, de guerra, normalmente es un reto, y para nada vayas a creer que es un permiso de que hagas lo que estas planeando. Ni se te ocurra hacerlo! Si lo haces, ya te cargó el payaso, mucho ojo.5.) GRAN SUSPIRO: En realidad, el suspiro se le puede considerar como una frase; que habitualmente los hombres no la entienden. Un suspiro alto y claro significa que ella piensa que eres idiota y se pregunta porqué esta perdiendo el tiempo discutiendo por NADA (Ver punto 3 para entender el significado de NADA).
6.) MUY BIEN: Esta es otra de las frases más peligrosas que una mujer puede decir a un hombre. Debe darte pavor el escucharla, MUY BIEN significa que ella meditará cuidadosamente antes de decidir cómo y cuándo pagarás por tu equivocación.
7.) GRACIAS: Ojo con esta frase, si una mujer te agradece algo, por lo que mas quieras no preguntes, no te sorprendas, no dudes, no pongas cara de What, solo di DE NADA y hazte güey.
8.) ES IGUAL o ME DA LO MISMO: Es la forma delicada y femenina de mandarte a saludar a tu santísima madrecita.
9.) TRANQUILO, LO HE ENTENDIDO: Otra frase complicada y por ende peligrosa que normalmente significa que aunque la mujer le ha dicho al hombre en repetidas ocasiones que haga algo, finalmente termina haciéndolo ella misma. Esto, más tarde que temprano empujará al hombre a preguntar: ¿QUÉ PASA? Para saber la respuesta de la mujer, ver punto 3.
domingo, 30 de agosto de 2009
miércoles, 26 de agosto de 2009

Por favor no dejes que este sentimiento acabe
Es todo lo que soy
Todo lo que quiero ser
Puedo ver todo lo que es mio ahora
Averiguando lo que es verdad
Desde que te he encontrado
Mirando a través de los ojos del amor
Y ahora yo puedo coger el tiempo
Puedo ver mi vida
Como resurge brillando ahora
Alcanzando hasta tocarte
Puedo sentir tanto
Desde que te he encontrado
Mirando a través de los ojos del amor
Y ahora puedo creer
Que incluso en la tormenta podemos encontrar luz
Sabiendo que estás detrás mío me siento segura
Por favor no dejes que este sentimiento acabe
Puede que no vuelva de nuevo
Ahora quiero recordar
Que se siente conociéndote
Cómo siento tanto
Desde que te he encontrado
Mirando a través de los ojos del amor
Por favor no dejes que este sentimiento acabe
Es todo lo que soy
Todo lo que quiero ser
Puedo ver todo lo que es mio ahora
Averiguando lo que es verdad
Desde que te he encontrado
Mirando a través de los ojos del amor
lunes, 24 de agosto de 2009
viernes, 21 de agosto de 2009
Es tan evidente que te sigo amando tanto que me falta poco para entregarme a tus labios que tiemblan mis manos cada ves qe estas mas cerca y qe te extraño y que me ahoga la vida tambien si descubro que amas a otra mujer como crees que voy a besar a otra piel entonces abrazame y ven junto a mi yo nunca pude olvidarme de ti puedes perdonarme si un dia te falte estas perdonado por mi corazon entonces acompañame en mi cancion te quiero igual o mas que ayer.. ♥
miércoles, 19 de agosto de 2009
viernes, 14 de agosto de 2009
jueves, 13 de agosto de 2009
domingo, 9 de agosto de 2009
NUESTRA VERDADERA NATURALEZA
¿Cuál es la fuente, cuál es el fundamento, para que nosotros tratemos de ser auténticos, o es que acaso somos la suma de las cosas que han ido entrando en nosotros, es decir, un producto del ambiente?
Nosotros, en nuestra esencia más profunda, no somos nada de lo que viene del exterior. En nuestro interior se encuentra esa capacidad de vivir, esa capacidad de crecer, de existir, y utilizar los datos, los hechos, para desplegar esta capacidad que hay en nosotros.
Vamos asimilando nuestra capacidad a través del desarrollo de nuestra potencia interior, a través de unas experiencias y unos hechos, y así transformamos un compuesto que está constituido de nuestra capacidad y potencialidad real, más una serie de aspectos formales, de datos, de hechos, de modos de conducta, que hemos asimilado del exterior. Del interior surge la fuerza, el potencial; del exterior viene la forma, los datos. Pero no hemos de confundirnos con estos datos, no hemos de confundirnos con ese compuesto.
Considerando la personalidad de un modo global, sí somos ese compuesto, ese producto, en tanto que personalidad global. Pero, si tratamos de buscar lo que es nuestra verdad genuina, lo que nosotros queremos decir cuando decimos “yo”, entonces nos daremos cuenta de que esos compuestos son variables, y que hay una noción de identidad que no depende de los compuestos, sino que es permanente. En todo ser humano hay algo genuino detrás de esos procesos de asimilación, detrás de sus propias operaciones vitales, afectivas y mentales, que le está diciendo que “es” en tanto que sujeto que está viviendo, que está asimilando, que está creciendo, que se está actualizando.
Este “yo” es la fuente de donde surge toda nuestra capacidad energética, toda nuestra energía vital, toda nuestra fuerza moral. Nuestra vida es un desplegamiento progresivo de esa fuerza que hay dentro, y lo exterior no es otra cosa que un medio para que esa fuerza se actualice, se ponga en acción, se convierta en experiencia completa.
La vida no es una incorporación de fuera hacia dentro, sino, sobre todo, un desplegamiento de dentro hacia fuera. Esto podemos comprobarlo, porque si este desplegamiento de dentro hacia fuera fracasa, por más que se produzcan elementos y situaciones exteriores, no tiene lugar la respuesta del ser vivo. Un ser vivo se caracteriza por este principio “centrífugo”, por este principio de crecimiento que tiende a extenderse siempre a partir del núcleo.
Nuestro “yo” es la fuente de toda capacidad de conciencia, de conocimiento. Todo lo que uno es capaz de comprender, de entender, no le viene producido por el exterior. El exterior nos da los datos, nos presenta los hechos, pero la capacidad de comprender la verdad que pueda haber allí es siempre un proceso interno que surge de lo más profundo de uno mismo; y significa una actualización de la inteligencia.
No hemos de confundir la inteligencia con las formas ya complejas, compuestas, que produce esa inteligencia al asimilar unos datos concretos. El hecho de comprender, el hecho de entender, viene de una capacidad interior. Por lo tanto, todo lo que somos capaces de llegar a comprender en condiciones óptimas surge de este mismo ”yo” central. Nuestra inteligencia está dentro y necesita solamente unos estímulos, unos medios, para irse actualizando. También el “Yo” central es la fuente de toda nuestra capacidad de goce, de satisfacción, de alegría, de paz, de felicidad. Todo esto no es algo que nos dé el exterior, aunque nosotros lo creamos así y, en virtud de esta creencia, luchemos por unos beneficios exteriores y nos sintamos desgraciados cuando estos beneficios se frustran.
Creemos que la felicidad nos vendrá en consecuencia del éxito, de la correspondencia en el amor, de la obtención de un cargo determinado, de lo que sea, siempre del exterior. No obstante, es muy claro que toda nuestra capacidad de goce surge solamente cuando algo dentro de nosotros contesta a algo externo. Es nuestra respuesta interior la que produce el goce; el exterior lo provoca, lo despierta, lo estimula, pero no lo produce.
Los seres humanos acostumbramos confundir esto, porque nos sentimos felices cuando tenemos una ventaja más; creemos que la felicidad nos la proporciona esta nueva ventaja. Y no es cierto; no hay un nexo necesario de causa y efecto. La prueba de ello está en que muchas personas poseen ventajas iguales o mucho mayores y no son por ello felices. No es la cosa lo que da la felicidad; la cosa sirve de reactivo para que algo en nuestro interior responda. Siempre es nuestra respuesta interior lo que produce el estado de felicidad.
Debemos entender que, al hablar de este “yo”, no estamos hablando de una entelequia, de algo sin substancialidad, sino de algo que es la fuente de todo lo que estamos valorando en nuestra vida concreta. Se trata de un potencial extraordinario, fantástico, fabuloso.
La autenticidad no es nada más ni nada menos que el aprender a tomar contacto con esa Realidad Central, con este “yo” central, con esta fuente de la que estamos hablando, para poderla expresar en todo momento con inteligencia, de acuerdo a cada situación. Cuando en un ser humano se produce esta conexión con su centro, y puede entonces responder directamente desde allí, es el momento en que la respuesta es auténtica, es lo suyo, es lo más verdadero que hay en él, lo más completo, lo más total. En ese momento es cuando uno es realmente auténtico.
¿Cuál es la fuente, cuál es el fundamento, para que nosotros tratemos de ser auténticos, o es que acaso somos la suma de las cosas que han ido entrando en nosotros, es decir, un producto del ambiente?
Nosotros, en nuestra esencia más profunda, no somos nada de lo que viene del exterior. En nuestro interior se encuentra esa capacidad de vivir, esa capacidad de crecer, de existir, y utilizar los datos, los hechos, para desplegar esta capacidad que hay en nosotros.
Vamos asimilando nuestra capacidad a través del desarrollo de nuestra potencia interior, a través de unas experiencias y unos hechos, y así transformamos un compuesto que está constituido de nuestra capacidad y potencialidad real, más una serie de aspectos formales, de datos, de hechos, de modos de conducta, que hemos asimilado del exterior. Del interior surge la fuerza, el potencial; del exterior viene la forma, los datos. Pero no hemos de confundirnos con estos datos, no hemos de confundirnos con ese compuesto.
Considerando la personalidad de un modo global, sí somos ese compuesto, ese producto, en tanto que personalidad global. Pero, si tratamos de buscar lo que es nuestra verdad genuina, lo que nosotros queremos decir cuando decimos “yo”, entonces nos daremos cuenta de que esos compuestos son variables, y que hay una noción de identidad que no depende de los compuestos, sino que es permanente. En todo ser humano hay algo genuino detrás de esos procesos de asimilación, detrás de sus propias operaciones vitales, afectivas y mentales, que le está diciendo que “es” en tanto que sujeto que está viviendo, que está asimilando, que está creciendo, que se está actualizando.
Este “yo” es la fuente de donde surge toda nuestra capacidad energética, toda nuestra energía vital, toda nuestra fuerza moral. Nuestra vida es un desplegamiento progresivo de esa fuerza que hay dentro, y lo exterior no es otra cosa que un medio para que esa fuerza se actualice, se ponga en acción, se convierta en experiencia completa.
La vida no es una incorporación de fuera hacia dentro, sino, sobre todo, un desplegamiento de dentro hacia fuera. Esto podemos comprobarlo, porque si este desplegamiento de dentro hacia fuera fracasa, por más que se produzcan elementos y situaciones exteriores, no tiene lugar la respuesta del ser vivo. Un ser vivo se caracteriza por este principio “centrífugo”, por este principio de crecimiento que tiende a extenderse siempre a partir del núcleo.
Nuestro “yo” es la fuente de toda capacidad de conciencia, de conocimiento. Todo lo que uno es capaz de comprender, de entender, no le viene producido por el exterior. El exterior nos da los datos, nos presenta los hechos, pero la capacidad de comprender la verdad que pueda haber allí es siempre un proceso interno que surge de lo más profundo de uno mismo; y significa una actualización de la inteligencia.
No hemos de confundir la inteligencia con las formas ya complejas, compuestas, que produce esa inteligencia al asimilar unos datos concretos. El hecho de comprender, el hecho de entender, viene de una capacidad interior. Por lo tanto, todo lo que somos capaces de llegar a comprender en condiciones óptimas surge de este mismo ”yo” central. Nuestra inteligencia está dentro y necesita solamente unos estímulos, unos medios, para irse actualizando. También el “Yo” central es la fuente de toda nuestra capacidad de goce, de satisfacción, de alegría, de paz, de felicidad. Todo esto no es algo que nos dé el exterior, aunque nosotros lo creamos así y, en virtud de esta creencia, luchemos por unos beneficios exteriores y nos sintamos desgraciados cuando estos beneficios se frustran.
Creemos que la felicidad nos vendrá en consecuencia del éxito, de la correspondencia en el amor, de la obtención de un cargo determinado, de lo que sea, siempre del exterior. No obstante, es muy claro que toda nuestra capacidad de goce surge solamente cuando algo dentro de nosotros contesta a algo externo. Es nuestra respuesta interior la que produce el goce; el exterior lo provoca, lo despierta, lo estimula, pero no lo produce.
Los seres humanos acostumbramos confundir esto, porque nos sentimos felices cuando tenemos una ventaja más; creemos que la felicidad nos la proporciona esta nueva ventaja. Y no es cierto; no hay un nexo necesario de causa y efecto. La prueba de ello está en que muchas personas poseen ventajas iguales o mucho mayores y no son por ello felices. No es la cosa lo que da la felicidad; la cosa sirve de reactivo para que algo en nuestro interior responda. Siempre es nuestra respuesta interior lo que produce el estado de felicidad.
Debemos entender que, al hablar de este “yo”, no estamos hablando de una entelequia, de algo sin substancialidad, sino de algo que es la fuente de todo lo que estamos valorando en nuestra vida concreta. Se trata de un potencial extraordinario, fantástico, fabuloso.
La autenticidad no es nada más ni nada menos que el aprender a tomar contacto con esa Realidad Central, con este “yo” central, con esta fuente de la que estamos hablando, para poderla expresar en todo momento con inteligencia, de acuerdo a cada situación. Cuando en un ser humano se produce esta conexión con su centro, y puede entonces responder directamente desde allí, es el momento en que la respuesta es auténtica, es lo suyo, es lo más verdadero que hay en él, lo más completo, lo más total. En ese momento es cuando uno es realmente auténtico.
¿COMO VIVIMOS LA AUTENTICIDAD?
Todo esto parece un poco algo así como un sueño, en unos tiempos en que estamos viviendo en un mundo lleno de reglamentos, lleno de obligaciones. Hoy casi no se conoce la autenticidad, e incluso sabemos que no es posible o tal vez deseable esa autenticidad. Desde jóvenes se nos ha educado, no tratando de que nosotros descubriéramos lo que somos en nosotros mismos, sino valorándonos siempre en función de nuestras actividades, de nuestro rendimiento, siempre en comparación con los demás. Tanto es así que prácticamente éste parece, a simple vista, el único modo de conocernos: yo soy bastante honrado (bastante es un término comparativo); yo soy muy activo, yo soy más rico, yo soy muy emprendedor. Más, menos, es decir, siempre en relación con algo. En todo momento nos estamos definiendo respecto a los demás. Se nos ha dicho que un ser humano vale lo que es capaz de hacer, vale el valor que se le da, y, como este valor depende de su éxito, de su prestigio, de su valoración social, esto ha hecho que nosotros, desde pequeñitos, nos apoyemos en querer que los demás nos juzguen bien, nos valoren, en que estemos siempre pendientes de estos esquemas de valoración social.
Y, así, organizamos nuestra conducta, nuestros valores, y estimamos a las personas según que nos valoren, que nos reconozcan más o menos. Estamos viviendo en virtud de una valoración comparativa constante. Nunca se nos ha valorado, nunca se nos ha educado para que nosotros tratemos de descubrir qué somos nosotros mismos, en nosotros mismos, por nosotros mismos.
De este modo, nos sentimos satisfechos cuando nuestro valor queda afirmado, confirmado, aceptado o reconocido por los demás, y nos sentimos insatisfechos cuando no se nos reconoce, cuando se nos critica. Tanto es así que, si unos nos valoran y otros nos critican, llega un momento en que no sabemos si valemos o no; estamos a merced de nuestra cotización social.
Y esta necesidad de aparecer de un modo, para merecer unos juicios determinados, nos aleja cada vez más de nuestra posibilidad de ser. Hemos de cuidar las apariencias ante los demás y ante nosotros mismos.
Cuando uno hace algo que va en contra de su valoración exterior, uno mismo se siente indispuesto, uno mismo se siente deprimido. Estamos tan pendientes de esta valoración que hemos hecho de nosotros mismos, del yo triunfante, del yo victorioso que, cuando algo de nuestra experiencia contradice esa valoración, nos sentimos disminuidos; vivimos más en nuestra idea que en la experiencia genuina que podamos tener de lo que uno realmente es. Hemos trasladado nuestra vida desde un plano vivencial directo a un plano de interpretación intelectual constante. De este modo estamos edificando un sistema de valores completamente falso, completamente artificial, que nos aleja de nosotros mismos.
Se ha llegado a decir que esto es inevitable, que esto es lo normal, lo natural, y que las cosas son de este modo y hay que seguir el juego y nada más.
Todo esto parece un poco algo así como un sueño, en unos tiempos en que estamos viviendo en un mundo lleno de reglamentos, lleno de obligaciones. Hoy casi no se conoce la autenticidad, e incluso sabemos que no es posible o tal vez deseable esa autenticidad. Desde jóvenes se nos ha educado, no tratando de que nosotros descubriéramos lo que somos en nosotros mismos, sino valorándonos siempre en función de nuestras actividades, de nuestro rendimiento, siempre en comparación con los demás. Tanto es así que prácticamente éste parece, a simple vista, el único modo de conocernos: yo soy bastante honrado (bastante es un término comparativo); yo soy muy activo, yo soy más rico, yo soy muy emprendedor. Más, menos, es decir, siempre en relación con algo. En todo momento nos estamos definiendo respecto a los demás. Se nos ha dicho que un ser humano vale lo que es capaz de hacer, vale el valor que se le da, y, como este valor depende de su éxito, de su prestigio, de su valoración social, esto ha hecho que nosotros, desde pequeñitos, nos apoyemos en querer que los demás nos juzguen bien, nos valoren, en que estemos siempre pendientes de estos esquemas de valoración social.
Y, así, organizamos nuestra conducta, nuestros valores, y estimamos a las personas según que nos valoren, que nos reconozcan más o menos. Estamos viviendo en virtud de una valoración comparativa constante. Nunca se nos ha valorado, nunca se nos ha educado para que nosotros tratemos de descubrir qué somos nosotros mismos, en nosotros mismos, por nosotros mismos.
De este modo, nos sentimos satisfechos cuando nuestro valor queda afirmado, confirmado, aceptado o reconocido por los demás, y nos sentimos insatisfechos cuando no se nos reconoce, cuando se nos critica. Tanto es así que, si unos nos valoran y otros nos critican, llega un momento en que no sabemos si valemos o no; estamos a merced de nuestra cotización social.
Y esta necesidad de aparecer de un modo, para merecer unos juicios determinados, nos aleja cada vez más de nuestra posibilidad de ser. Hemos de cuidar las apariencias ante los demás y ante nosotros mismos.
Cuando uno hace algo que va en contra de su valoración exterior, uno mismo se siente indispuesto, uno mismo se siente deprimido. Estamos tan pendientes de esta valoración que hemos hecho de nosotros mismos, del yo triunfante, del yo victorioso que, cuando algo de nuestra experiencia contradice esa valoración, nos sentimos disminuidos; vivimos más en nuestra idea que en la experiencia genuina que podamos tener de lo que uno realmente es. Hemos trasladado nuestra vida desde un plano vivencial directo a un plano de interpretación intelectual constante. De este modo estamos edificando un sistema de valores completamente falso, completamente artificial, que nos aleja de nosotros mismos.
Se ha llegado a decir que esto es inevitable, que esto es lo normal, lo natural, y que las cosas son de este modo y hay que seguir el juego y nada más.
CARACTERISTICAS DE LA AUTENTICIDAD
La autenticidad es una respuesta inmediata, directa, inteligente, sencilla, ante cada situación. Es una respuesta que se produce instantáneamente desde lo más profundo del ser, una respuesta que es completa en sí misma, y que, por lo tanto, no deja residuo, no deja energía por solucionar, no deja emociones o aspectos por resolver. Es algo que, por el hecho de ser acción total, una acción en que la persona lo expresa y lo da todo, liquida la situación en el mismo instante.
La autenticidad es la sencillez. Es lo más sencillo que hay, porque es lo que surge después de que se ha eliminado lo complejo, lo compuesto, lo adquirido.
La autenticidad es la expresión más genuina de la libertad interior, libertad ésta que está en oposición a todo condicionamiento, que es la expresión directa de nuestro ser más profundo, podríamos decir más primario.
Otro aspecto de la autenticidad es que proporciona la evidencia, la certeza, la claridad, en cada momento, para valorar toda situación. En realidad, la situación implica, ya en sí misma, nuestra respuesta, porque la situación y nuestra respuesta no son dos cosas distintas, sino que constituyen una sola cosa. Esto solamente es posible verlo cuando la mente no está dividida, cuando la mente no separa al sujeto del objeto, cuando la mente está abierta y percibe, en un solo campo de visión, todo lo que está sucediendo en aquel instante, lo que acontece en uno como sujeto, como perceptor y reactor, y lo que está ocurriendo en el exterior como estímulo, como reactivo; todo es y forma un único campo.
Esta libertad interior se traduce en una disponibilidad. Disponibilidad significa que la persona no está encerrada dentro de una línea, de una estructura prefijada, que no tiene que hacer un esfuerzo para trasladarse de una estructura a otra. La autenticidad es ser y estar en el Centro, por lo tanto en el punto óptimo para encaminarse en cualquier dirección. La autenticidad es, al mismo tiempo, una experiencia constante de satisfacción, de gozo, de felicidad, porque se está viviendo ese contenido profundo, ese contenido de plenitud.
La autenticidad es una respuesta inmediata, directa, inteligente, sencilla, ante cada situación. Es una respuesta que se produce instantáneamente desde lo más profundo del ser, una respuesta que es completa en sí misma, y que, por lo tanto, no deja residuo, no deja energía por solucionar, no deja emociones o aspectos por resolver. Es algo que, por el hecho de ser acción total, una acción en que la persona lo expresa y lo da todo, liquida la situación en el mismo instante.
La autenticidad es la sencillez. Es lo más sencillo que hay, porque es lo que surge después de que se ha eliminado lo complejo, lo compuesto, lo adquirido.
La autenticidad es la expresión más genuina de la libertad interior, libertad ésta que está en oposición a todo condicionamiento, que es la expresión directa de nuestro ser más profundo, podríamos decir más primario.
Otro aspecto de la autenticidad es que proporciona la evidencia, la certeza, la claridad, en cada momento, para valorar toda situación. En realidad, la situación implica, ya en sí misma, nuestra respuesta, porque la situación y nuestra respuesta no son dos cosas distintas, sino que constituyen una sola cosa. Esto solamente es posible verlo cuando la mente no está dividida, cuando la mente no separa al sujeto del objeto, cuando la mente está abierta y percibe, en un solo campo de visión, todo lo que está sucediendo en aquel instante, lo que acontece en uno como sujeto, como perceptor y reactor, y lo que está ocurriendo en el exterior como estímulo, como reactivo; todo es y forma un único campo.
Esta libertad interior se traduce en una disponibilidad. Disponibilidad significa que la persona no está encerrada dentro de una línea, de una estructura prefijada, que no tiene que hacer un esfuerzo para trasladarse de una estructura a otra. La autenticidad es ser y estar en el Centro, por lo tanto en el punto óptimo para encaminarse en cualquier dirección. La autenticidad es, al mismo tiempo, una experiencia constante de satisfacción, de gozo, de felicidad, porque se está viviendo ese contenido profundo, ese contenido de plenitud.
¿QUE NO ES LA AUTENTICIDAD?
Ante todo, podemos ver que no es autenticidad el automatismo. El automatismo, sea el que sea, por adornado que esté, está ya por definición en oposición con la autenticidad. Automatismo quiere decir que algo está actuando en virtud de un principio de funcionamiento en circuito cerrado, es decir que se trata de algo adquirido, algo extraño a uno mismo, aunque esté incorporado a nosotros. Por lo tanto, queda fuera de la noción de autenticidad.
Tampoco es autenticidad, aunque a veces se suele confundir con ella, la impulsividad. Esas personas que creen que lo auténtico es dar salida a los impulsos en el momento en que se presentan están en un error. La impulsividad es simplemente la expresión de algo de lo que hay dentro, pero no de lo que es más central, más esencial, sino de un aspecto o de una tendencia desordenada. El impulso tiene una finalidad propia, pero una finalidad que satisface sólo un aspecto de la personalidad. Por lo tanto, tampoco cae dentro de este sentido más amplio, profundo y completo que queremos exponer al hablar de la autenticidad.
Ni siquiera la sinceridad es lo mismo que la autenticidad. Sinceridad significa que una persona, al expresarse, no engaña, que habla de acuerdo con lo que siente, con lo que ve. Pero esto no basta para que la persona sea auténtica.
Ante todo, podemos ver que no es autenticidad el automatismo. El automatismo, sea el que sea, por adornado que esté, está ya por definición en oposición con la autenticidad. Automatismo quiere decir que algo está actuando en virtud de un principio de funcionamiento en circuito cerrado, es decir que se trata de algo adquirido, algo extraño a uno mismo, aunque esté incorporado a nosotros. Por lo tanto, queda fuera de la noción de autenticidad.
Tampoco es autenticidad, aunque a veces se suele confundir con ella, la impulsividad. Esas personas que creen que lo auténtico es dar salida a los impulsos en el momento en que se presentan están en un error. La impulsividad es simplemente la expresión de algo de lo que hay dentro, pero no de lo que es más central, más esencial, sino de un aspecto o de una tendencia desordenada. El impulso tiene una finalidad propia, pero una finalidad que satisface sólo un aspecto de la personalidad. Por lo tanto, tampoco cae dentro de este sentido más amplio, profundo y completo que queremos exponer al hablar de la autenticidad.
Ni siquiera la sinceridad es lo mismo que la autenticidad. Sinceridad significa que una persona, al expresarse, no engaña, que habla de acuerdo con lo que siente, con lo que ve. Pero esto no basta para que la persona sea auténtica.
¿Qué es la autenticidad? ¿Es posible hoy en día, en las condiciones en las que vivimos, alcanzar ese estado de autenticidad?
La autenticidad es ser realmente uno mismo y del todo en cada situ ación. Esto parece que define ya la autenticidad, pero todavía falta esclarecer qué significa realmente ser uno mismo y del todo.
La autenticidad es ser realmente uno mismo y del todo en cada situ ación. Esto parece que define ya la autenticidad, pero todavía falta esclarecer qué significa realmente ser uno mismo y del todo.
Alguna vez te dijeron volve a empezar?
y vos pensaste como hago?
La respuesta es simple, no mires el pasado, lo qe lograste o perdiste mira al futuro, lo qe vas a ganar o perder..
Siempre dicen qe disfrutes este momento, esa frase es correcta hoy puedes estar bien y mañana no lo sabes, Yo pienso qe hay qe disfrutar , y qe aveces en la vida hay que volver a empezar
y vos pensaste como hago?
La respuesta es simple, no mires el pasado, lo qe lograste o perdiste mira al futuro, lo qe vas a ganar o perder..
Siempre dicen qe disfrutes este momento, esa frase es correcta hoy puedes estar bien y mañana no lo sabes, Yo pienso qe hay qe disfrutar , y qe aveces en la vida hay que volver a empezar

ESTE JUEGO DE AMOR , SE TERMINO, QE VAS Y QE VIENES, YA ESTA , NO SE PUEDE SEGUIR CON UN JUEGO ETERNAMENTE,ESTE JUEGO QE NO TIENE FINAL, ESTE JUEGO QE NO TIENE SALIDA,QE TE TRABAS,I NO GANAS PUNTOS...
ESTE JUEGO QUE YA CANSA,EL MISMO FINAL DE RESULTADO, SIEMPRE EL MISMO GANADOR Y SIEMPRE EL MISMO FINAL DE AMOR
viernes, 7 de agosto de 2009
jueves, 6 de agosto de 2009
miércoles, 5 de agosto de 2009
Sin hablarte, sin tocarte
con la música a otra parte.
Sin probar tu nueva droga
sin poder cortar la soga.
Sin pasear perro ni gato.
y darte guerra por un rato.
Sin creerme Don Quijote
sin mostrar mi nuevos dotes.
Sin regalarte me escuchas
que te brinca nena goza.
Sin comer los mejillones
sin mostrarte los millones.
Sin hacerte 100 canciones
Así nunca, nunca, nunca, nunca, nunca tendré tu amor.
con la música a otra parte.
Sin probar tu nueva droga
sin poder cortar la soga.
Sin pasear perro ni gato.
y darte guerra por un rato.
Sin creerme Don Quijote
sin mostrar mi nuevos dotes.
Sin regalarte me escuchas
que te brinca nena goza.
Sin comer los mejillones
sin mostrarte los millones.
Sin hacerte 100 canciones
Así nunca, nunca, nunca, nunca, nunca tendré tu amor.
martes, 4 de agosto de 2009
Aqui estoy yo para hacerte reir una vez más, Confia en mi, deja tus miedos atrás y ya verás,Aqui estoy yo con un beso quemándome los labios,Es para ti, Puede tu vida cambiar dejame entrar,Le pido al sol... que una estrella azul,Viaje hacia ti y te enamores de su luz,Aqui estoy yo,Abriendote mi corazón,Llenando tu falta de amor,Cerrandole el paso al dolor,No temas yo te cuidaré, Solo aceptame,Aqui estoy yo para darte mi fuerza y mi aliento,Y ayudarte a pintar mariposas en la oscuridad serán de verdad
lunes, 3 de agosto de 2009
sábado, 1 de agosto de 2009
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